Entre las pasiones populares de los argentinos el fútbol ocupa un lugar central, de allí nuestro interés en tratar de desentrañar las razones por las que se ha dado este fenómeno capaz de congregar multitudes y despertar sentimientos tan intensos. Muchas veces el análisis suele hacerse en paralelo con otras manifestaciones de nuestra cultura e identidad en busca de una similitud que, entendemos, no existe o por lo menos consideramos que es muy difícil de hallar. En toda sociedad hay expresiones que son creaciones propias de su cultura y otras que son adoptadas y en muchos casos modificadas por las particularidades inherentes a cada pueblo. Algunas de esas modificaciones son tan profundas, que hacen que una expresión originalmente extraña tenga la apariencia de algo auténticamente nacional y eso sucede, sin ninguna duda, con el fútbol en Argentina y en otros países. Esta consideración del fútbol como manifestación extraña a nuestras raíces culturales no pretende negar la importancia que tiene como auténtica pasión popular para la mayoría de los argentinos.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX los británicos llegaron a la Argentina a instalar numerosas empresas, las inversiones fueron considerables, sobre todo en materia de ferrocarriles, por tal motivo fue muy importante el arribo de ciudadanos de ese origen para ocuparse del manejo de las mismas. La comunidad británica no se integró al país y por lo tanto, creó sus propias instituciones educativas y deportivas como ámbitos más o menos cerrados donde podían sentirse como en su propia patria. De ese modo llegó el fútbol a nuestras tierras y en una primera etapa, su práctica fue monopolio de los ciudadanos de esa nacionalidad, a veces compartida con sus socios naturales en los negocios: los miembros de la oligarquía.