A pesar de la necesidad de concluir definitivamente con las rémoras del pasado que impiden considerar a la mujer en un plano de absoluta equivalencia respecto del hombre, el avance logrado en materia de igualdad de género ha sido notable. Durante siglos, con contadas excepciones el sometimiento femenino fue aceptado a partir de consideraciones de tipo biológico. Curiosamente debido a esa supuesta debilidad de género, la desconsideración comenzaba desde el plano intelectual, donde la prevalencia de la fuerza física no tiene mayor relevancia. Los avances fueron muy lentos debido a que el rol de la mujer, circunscripto al ámbito familiar y a la reproducción de la especie, era una imposición cultural aceptada con naturalidad por toda la sociedad. La conquista española impuso un modelo de sociedad y le asignó un rol a la mujer que, con muy pocas variantes, estuvo vigente hasta finales del siglo XIX.
Con el siglo XX la lucha por la igualdad de género adquirió el dinamismo que le impregnó el trabajo incesante de las organizaciones femeninas. Lo primero fue instalar el tema en la sociedad para que luego fuera recogido por el derecho positivo y se fijara en la legislación pertinente.
Lo más trascendente del avance femenino se ha dado con la conquista de numerosos espacios que eran privativos del hombre. Tal vez el acontecimiento de mayor proyección en el futuro ha sido la incorporación masiva de la mujer a la universidad.
A pesar de muchas conquistas logradas, la verdadera igualdad de género se concretará cuando se deje de hablar de la misma.
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